Los años fueron pasando y los hijos se casaron, en aquella ciudad, que no consiguió, hacerla suya, por mucho que se empeño, nunca pudo ser feliz del todo, sus raíces tiraban de él cada vez mas. Y llego la jubilación, y con gran ilusión, planeo su regreso a su tierra natal, cogió, un bolso grande, y en él metió solo la necesario para el viaje, ni siquiera lo lleno , y así, emprendió su camino de regreso, a su tierra después de 40 años sin verla, y de haber enterrado a su esposa en aquella ciudad, grande, y sin sentimientos.
Primero fue al cementerio a despedirse y delante de la tumba rezo la única oración que sabia, puso su mano en la lapida, y mirando el suelo dijo en voz alta---Rosa de mi vida y de mi corazón, ya llegó el momento que tanto habíamos esperado, siento tanto, que no puedas venir con migo, pero Dios te llevó y da igual que tu cuerpo, este aquí, en esta ciudad, como en nuestra tierra. Me voy, mi amor, me voy, para no volver. Tus hijos se encargaran de cuidar este lugar donde yace la mujer que tanto quise y se fue. Hasta siempre mi amor.
Se levanto y echo a andar para la estación de tren.
Llego de madrugada, a su tierra, sus ojos, tenían lágrimas contenidas, tomo un taxi y le acerco a su vieja casa, en el campo, que estaba esperándolo, aunque vacía de risas y llantos, allí estaba, la habían violado los ladrones y de lo que quedo, nada encontró, solo, en un rincón, y amarillo por el paso del tiempo, vio un pañuelo con sus iniciales, que en su día su mujer, con cariño bordó.
Ahora, si salieron sus lágrimas y rodaron por sus mejillas, cogió el pañuelo, como si se tratara del tesoro mas preciado, estaba doblado como ella lo hacía, se les debió de caer del cajón, cuando los ladrones se llevaron todo.
Se fue al pueblo, en donde las casa se habían convertido en edificios de 2 ó 3 plantas. Ya no había, vestíais por la calle, la plaza estaba vacía, donde antes las personas se reunía, para charlas, no había, nada, solo arboles, que daban sombra a unos bancos. Cansado y desconsolado, se sentó en un banco. Alguien le llamo-- JUAN, tu eres Juan, ¿verdad,? ¡¡¡como pasa el tiempo, pero no para ti. ¿Cómo te fue en la capital? parece que bien. Se te ve relleno y con ropas buenas--
Llego de madrugada, a su tierra, sus ojos, tenían lágrimas contenidas, tomo un taxi y le acerco a su vieja casa, en el campo, que estaba esperándolo, aunque vacía de risas y llantos, allí estaba, la habían violado los ladrones y de lo que quedo, nada encontró, solo, en un rincón, y amarillo por el paso del tiempo, vio un pañuelo con sus iniciales, que en su día su mujer, con cariño bordó.
Ahora, si salieron sus lágrimas y rodaron por sus mejillas, cogió el pañuelo, como si se tratara del tesoro mas preciado, estaba doblado como ella lo hacía, se les debió de caer del cajón, cuando los ladrones se llevaron todo.
Se fue al pueblo, en donde las casa se habían convertido en edificios de 2 ó 3 plantas. Ya no había, vestíais por la calle, la plaza estaba vacía, donde antes las personas se reunía, para charlas, no había, nada, solo arboles, que daban sombra a unos bancos. Cansado y desconsolado, se sentó en un banco. Alguien le llamo-- JUAN, tu eres Juan, ¿verdad,? ¡¡¡como pasa el tiempo, pero no para ti. ¿Cómo te fue en la capital? parece que bien. Se te ve relleno y con ropas buenas--
Juan vio la hombre que le hablaba y se quedo mirándole para recordarlo. Después el hombre le dijo--- ¿no te acuerdas de mi? claro hace tanto tiempo... soy Paco el herrero, ¿no te acuerdas de mi? si, hombre, cuantas veces me trajiste las ruedas del carro.--
JUAN empezó a recordar, y ahora lo recordó.
Se levantó del banco y se dieron un apretón de manos y después un abrazo,--¡¡¡¡Que alegría mas grande¡¡ lo que te eche de menos, cuando os fuisteis, ¿ y Rosa, donde esta?--- cuando vio que la cara de Juan palideció, se arrepintió de haber preguntado.--- Bueno, hombre y ¿que tienes pensado? ¿quedarte con nosotros o solo es una visita?
Entonces Juan se irguió y dijo--- Me quedo, pero he pensado que me quedo en el pueblo, mientras arreglo la casa--- Paco le dijo --Te puedes quedar conmigo, Juan, yo también estoy viudo, pero vivo en mi casa, y alquilo habitaciones, muy baratas... pero a ti no te cobraré, porque a los amigos no se les cobra. ¡¡¡¡Vamos, hombre¡¡¡ Sígueme. También vive conmigo Luis el que tenia una tienda al lado de la iglesia.
Así Juan se encontró con su tierra y su gentes, tan generosos como siempre, su corazón saltaba de alegría, emocionado, con todo los recuerdos que le traían aquellas calles y sus gentes.
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