lunes, 18 de octubre de 2010
Buscaba algo que le distrajera, cogió una grabadora, y se marcho a la calle, a buscar una canción que le alegrara el día, andaba, por la orilla del río, donde sus aguas corrían tranquilas y sosegadas , el rocío de la noche, aún permanecia en la hierba, y la niebla cerraba el sendero a orillas del río. Aquel día la Musa no quería venir, y el Duende, era arisco y no se dejaba ver.Se sentó en una piedra, desanimado, y contemplo como las cigüeñas pescaban ranas, la niebla se hacia mas espesa igual que sus ideas en su mente. Se levantó, sin prisa, parado en el mismo lugar, cerro los ojos, el silencio, solo, el silencio, roto por el canto de las aves de la rivera, se oía y a lo lejos, el caer del agua. Y así su Musa apareció, dándole oportunidad de plasmar sentimientos en un pentágrama, Esa seria la mejor canción que compusiera, la que saliera del corazón y de la imaginación y no, de la fuerza de querer y no poder componer. Solo componía cuando la Musa aparecía y lo mismo aparecía en el campo que en casa o en campo de fútbol. Era realmente caprichosa, y a veces inoportuna, pero era su Musa y él la amaba, porque sin ella él no era nada. Su música, era su compañera de viaje, en el camino de la vida. Tan importante era la música para el, que no concebía la vida sin ella. El vivía por y para ella. Pero a veces,se sentía solo, porque la música no abraza.
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